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lunes, 20 de junio de 2011

CAPÍTULO 1: El lado oscuro de America en perspectiva

Desde el ojo del huracán:
El lado oscuro de America en perspectiva
(Actualizado el 10 de junio de 2010)
Por Shodai J. A. Overton-Guerra

(Nota al lector: Este artículo es una obra en progreso y bajo actualización periódica.)





“Si el narcocomercio de por sí, es decir, salvo la violencia que su ilegalidad genera, no es mayor crimen contra la salud pública que la prostitución, la comida rápida, y es mucho menor que el alcohol o el tabaco, y si las leyes contra el narcotráfico se aplican principalmente como herramienta de subyugación racial dentro de los EE.UU., y como estrategia colonizadora fuera de los EE.UU., entonces el latino o el negro encarcelado por estas leyes no es un criminal, sino un preso político.

Una ley injusta, o una ley injustamente aplicada, no es una ley sino una herramienta para la opresión de un pueblo y para la violación de sus derechos esenciales. Su aplicación por el estado no surge de esa base moral indispensable para la legislación de cualquier sociedad libre, justa, e igualitaria, sino de la abusiva imposición de la fuerza bruta, herramienta fundamental del despotismo que tanto ha azotado a los pueblos de las Américas, los EE.UU. inclusive y principalmente.






Todo individuo tiene el derecho, por los estatutos universales del convenio social y por la naturaleza esencialmente libre del ser humano, de rehusarse a acatar o a cumplir con dicha ley de igual manera que tendría el derecho, y la expectativa, de no reconocer la potestad de una fuerza invasora a la patria, ni a colaborar con sus operativos subyugantes. Este es el “Manifiesto de Emancipación del Pueblo Subyugado” por la legislación injusta de las fuerzas opresivas gubernativas, patrias o extranjeras. Ciertamente, en un país democrático, igualitario, y justo el gobierno debería temer al pueblo, y no el pueblo al gobierno. El pueblo libre es el que se hace oír, respetar, y si es absolutamente necesario, temer por su gobierno.”






- La bitácora de Shodai





INTRODUCCIÓN:

La actual “guerra contra el narcotráfico” propiciada por los EE.UU. es un fenómeno político-judicial-militar-económico que prácticamente define a nuestros tiempos. Es una “guerra” que carece de sentido desde el punto de vista de la protección de la salud general de la población americana, de hecho, las muertes anuales por el alcohol, y no digamos por el tabaco, sobrepasan ampliamente al número de mortandades ocasionadas por las drogas ilícitas cada año. Tampoco es una guerra en la cuál los EE.UU. pueda declarar una victoria perceptible a pesar de los centenares de miles de millones de dólares gastados, ya que la droga ilícita es tan usada por, y tan asequible al pueblo americano como nunca. Ni siquiera es una “guerra” que no resulte en un tremendo gasto económico ante todo comparado a otras soluciones como serían la legalización, el tratamiento, y la prevención combinados; de hecho los EE.UU. tiene el ejemplo de los efectos socialmente desestabilizadores y políticamente corruptores de la prohibición del alcohol durante la Ley Seca del "Acta Volstead,” entre los años 1920 y 1933.
Y sin embargo, a pesar de que no protege al público americano de un peligro más pronunciado que el de su propia pereza y estupidez, a pesar de que no se haya disminuido el flujo de drogas en las calles americanas, y a pesar de su tremendo costo, los EE.UU. sigue persiguiendo un política interior y exterior enfocada en la persecución selectiva de algunos de aquellos individuos involucrados en todo aspecto del cultivo, manufactura, transporte, distribución, venta y consumo de estos productos – y todo sin importarle en lo más mínimo el daño colateral social y cultural que eso acarrea. Sería un ejemplo de tremenda estupidez, y de lo absurdo del mundo, si no tomáramos otra perspectiva y nos preguntáramos: “¿Quién sufre, desproporcionadamente, este tremendo daño colateral? ¿Quién podría beneficiarse, y por qué, del perjuicio consecuente?
Al contemplar las respuestas pasamos de la aparente estupidez de la “guerra contra las drogas,” a la clara y evidente maldad detrás de la criminalización del narcocomercio, una malevolencia que se manifiesta tanto en la política interna como en la externa de los EE.UU.
La evidencia de las intenciones nefastas en cuanto a la política interna de los EE.UU. respecto a las minorías de color se obtiene revisando las estadísticas que demuestran la desproporción racial de a) los arrestos, b) los encarcelamientos y c) la severidad de sentencias, sobre todo d) en el contexto del racismo institucionalizado de la cultura angloamericana presente desde el genocidio de la población indígena y manifiesta en la esclavización y segregación del afro-americano.
El encarcelar y criminalizar a porcentajes significativas de las poblaciones negras e hispanas, las dos minorías de color dominantes, impactan a sus comunidades creando una cultura repleta de autodesprecio y autodestrucción que contribuye a mantener la hegemonía socioeconómica y política de la raza blanca. Pero también tiene otro “beneficio colateral” para disminuyente mayoría blanca: la privación del derecho del voto a un número creciente de convictos de la guerra contra la droga. Efectivamente, en la mayoría de los estados de los EE.UU., individuos convictos de felonías pierden, temporal o incluso permanentemente el derecho de votar; en la actualidad, por ejemplo, 1.4 millones de hombres afro-americanos, el 13% de todos los hombres negros, están privados de los derechos del voto,[1] y estas cifras solamente son la punta del iceberg. El efecto a medio y largo plazo es la creación en la sociedad americana, de toda una casta de negros e hispanos de “ciudadanos de segunda categoría,” sin herramientas sociales, o psicológicas, para sonsacarse de ciclos generacionales de miseria, sin educación para mejorar su situación socioeconómica, y sin representación política para imputar asistencia gubernamental; una casta reminiscente a la población negra de los tiempos de la esclavitud y de las leyes de segregación vigentes en algunos estados hasta mediados de la década de 1960.
La evidencia de la maldad de los EE.UU. en cuanto a política externa está en el hecho de que los EE.UU., en cuanto a las consecuencias social, política, y culturalmente desestabilizadoras de la guerra contra las drogas operan con la experiencia de una situación casi idéntica que libro en sus propias fronteras contra el alcohol y que abandonó por el daño colateral a su país. Es decir, los EE.UU. operan con la sapiencia del daño que causan en países como México, Colombia, Jamaica, etc. con el objetivo, deliberado, calculado, diseñado, de desestabilizar a aquellos países de acuerdo a sus propios intereses o a los de las corporaciones multinacionales que en realidad representan.
LA PRIMERA REGLA DE LA GUERRA: SABER PARA QUÉ SE LUCHA
La primera regla para cualquier individuo dispuesto a punir a otro debería ser, “¿por que?”. Es decir, previa a cualquier acción penal o militar, y sobre todo parte del país supuestamente defensor y propagador de los valores de la libertad, de la igualdad, de la justicia, y de la democracia, debería ser el proceso intelectual en función a las siguientes preguntas: “1. ¿Cuál es el propósito o el fin de mi acción?” seguido de “2. ¿Se justifican los medios?” Son preguntas lógicas, racionales, objetivas, pero que no entran lo suficiente ni en el discurso lógico, ni racional, ni objetivo de la política de cualquiera de los países afectados o involucrados en la “guerra contra las drogas.”
El aparente propósito o justificación de la “guerra contra las drogas” es la protección de la sociedad americana contra una serie de productos nocivos para su salud pública. Dado ese propósito, que viene a ser el único que uno pueda imaginarse, ahora queda justificar los medios, y los costos materiales y humanos en función de los mismos. El problema, cuando uno lo analiza de esta forma – lógica y racionalmente – es que en el caso de la guerra contra el narcotráfico, el fin no solamente no justifica los medios, sino que el fin es completamente absurdo en base a las mismas estadísticas del gobierno americano: ¿Acaso los narcóticos ilícitos son más nocivos para la salud que el tabaco o el alcohol? Con esta pregunta no estoy abogando por los beneficios del consumo o del tráfico de los narcóticos ilícitos, simplemente estoy poniendo en tela de juicio el énfasis que se ha puesto en su persecución. Sí estoy, no obstante, completamente en contra de la hipocresía con la cual se envilece este consumo y comercio puesto que está en completa desproporción a los que las cifras que el gobierno mismo de los EE.UU. presenta sobre los efectos nocivos de drogas como la marihuana para la sociedad, ante todo con respecto a muchísimos otros productos de consumo cotidiano y regular.
Veamos: más de 435,000 personas mueren cada año en los EE.UU. por enfermedades directamente asociadas con el uso o consumo del tabaco[2] con un costo social de $167 mil millones de dólares anuales.[3] Ignoremos de momento la clase de preguntas indiscretas como, “¿por qué se permite el consumo del tabaco?” o “¿por qué no tenemos un ‘guerra contra el tabaco?” y enfoquemos en algunas cifras relevantes e iluminadoras. Un estudio, por ejemplo, publicado en 2004 por la Asociación Médica de America (AMA) y titulado “Actual Causes of Death in the United States, 2000 (Causas actuales de muerte en los EE.UU., 2000) se resume en la Tabla 1. El mismo estudio reporta que el uso ilícito de todas las drogas, legales e ilegales, ocasionaron 17,000 muertes ese año, mientras que el alcohol ocasionó otras 85,000 (Tabla 1). Si hacemos un calculo rápido en cuanto a la proporción de muertes ocasionadas por el tabaco en relación a las atribuidas al abuso de todas las drogas, legales (de receta medica o de farmacia sin receta) e ilegales (cocaína, crack, heroína, metanfetamina, marihuana, etc.) combinados, vemos que el tabaco fue responsable por 25.6 veces más mortandades ese año que todas las drogas juntas (¿y por qué no tenemos un ‘guerra contra el tabaco?). Cuando aplicamos el mismo cálculo aplicado a la relación de muertes por alcohol con respecto a las drogas combinadas, vemos que el alcohol ocasionó un número de defunciones 5 veces mayor en el año 2000 que todas las drogas, licitas e ilícitas, juntas (véase Recuadros 1 y 2).

Si buscamos una justificación racional a la “guerra contra las drogas” basado en el daño impedido a la sociedad americana o al consumidor que la compone, no lo vamos a encontrar en términos relativos a la salud pública; mucho menos en términos que justifiquen el costo económico, social, político, cultural de la misma. McDonald's, Coca Cola, y toda la industria de la “comida chatarra” que contribuye a la tensión alta, la obesidad, el sobrepeso, el colesterol elevado, la glucosa sanguínea elevada, etc., fueron responsables por al menos 1,373,000muertes en el año 2009 (Tabla 3). Otros 191,000 americanos murieron por falta de actividad física, contribuida sin lugar a dudas por la industria del entretenimiento electrónico incluyendo la televisión. Si agregamos las causas del uso del tabaco y del consumo del alcohol, la inactividad física y los malos hábitos alimenticios en general, casi dos millones de americanos murieron ese año (1,978,000) – y todo por el resultado de ejercer su libertad (léase estupidez) de elección en cuanto a su estilo de vida, incluyendo sus hábitos alimenticios: murieron porque optaron por ser estúpidos, y no hay nada que el gobierno pueda – o quiera - hacer al respecto. Sin embargo, al final de la Tabla 2 vemos algo que debería resultar tremendamente inquietante para el lector de consciencia: la marihuana, la causa del mayor número de arrestos relacionados a la droga en los últimos 15 años (Gráfica 1), es responsable directamente por 0 mortandades en el año 2000.
De hecho, si profundizamos un poco más en los supuestos efectos letales de la marihuana comparada con otras 17 drogas comunes y autorizadas por la FDA americana (Tabla 4), vemos que en un periodo de 8 años, entre 1997 y 2005, la marihuana fue causa directa de 0 muertes y la causa indirecta (en asociación con otros agentes) de 279, mientras que 17Drogas Legales combinadas causaron directamente 10,008 muertes en ese periodo y fueron implicadas indirectamente en otras 1,679, para un total de 11,687 muertes. Marcador final: Marihuana 279; “17 Drogas Licitas” 11,687.
Siguiendo la misma línea de “travesura intelectual,” cabe preguntarse, ¿cuanto cuesta, en términos monetarios, el daño ocasionado por las enfermedades y muertes provocadas por el tabaco? Veamos:

Gastos económicos anuales atribuibles al fumar tabaco adultos y bebes - EE.UU., 1995-1999[4]
Componente del Gasto:
Total (en millones de $ USA)
A. Gastos Adultos:
I. Costos anuales en pérdidas de productividad atribuibles al fumar, 1995 – 1999
Hombres
$55,389
Mujeres
$26,483
Total
$81,872
II. Gastos médicos atribuibles al fumar, 1998
Cuidado ambulatorio
$27,182
Cuidado hospitalario
$17,140
Drogas de receta
$6,364
Sanatorios, casas de reposo
$19,383
Otro cuidado
$5,419
Total
$75,488
Total gastos adultos
B. Gastos infantiles- Gastos médicos de bebes atribuidos a fumar, 1996
$366
Gastos Totales
$157,726
El promedio anual del costo del vicio americano de fumar tabaco entre 1995 y 1999 fue de $157.726 mil millones de dólares por cada año. Fumar tabaco no solamente mató a más de 400 mil americanos al año, cada año durante ese periodo, sino que costó un promedio de casi $160 mil millones anuales en el proceso. Para el 2001 esos costos, calculados igualmente en términos de costos de tratamiento y pérdidas de productividad, habían ascendido ya a $167 mil millones de dólares anuales[5]- y continuaría ascendiendo: para enero del 2010 las cifras actuales (2009) eran de un total de $97 mil millones en costos de tratamientos y $96 mil millones en pérdidas de productividad laboral, para un total de $193 mil millones de dólares[6] atribuidas directamente al tabaco.

Continúo con mis travesuras intelectuales, sino es que netamente subversivas: ¿y el alcohol? Veamos:
COSTOS ECONÓMICOS DEL ALCOHOL: CIFRAS DE 1992 Y 1998[7] EN MILLONES DE DÓLARES
Componente del Costo
1992
1998
% aumento anual promedio
% aumento total en 6 años
Servicios y tratamientos alcohólicos especializados
$5,573
$7,466
5
33.97
Consecuencias medicas (menos SAF)
$11,205
$15,963
6.1
42.46
Consecuencias medicas de SAF
$2,042
$2,909
6.1
42.46
Perdidas de ganancias futuras debido a muertes prematuras
$31,327
$36,499
2.6
16.51
Perdidas de ganancias debido a enfermedades derivadas del alcoholismo
$68,219
$86,368
4
26.60
Perdidas de ganancias debido a Síndrome de Alcoholismo Fetal
$990
$1,253
4
26.57
Lost Earnings Due to Crime/Victims
Perdida de ganancias debido a crimen/victimas
$6,461
$10,085
7.7
56.09
Colisiones, incendios, sistema criminal judicial, etc.,
$22,204
$24,093
1.4
8.51
Total
$148,021
$184,636
3.8%
24.74%
Vemos que el (abuso del) alcohol tuvo un “Costo Económico Social” en 1998 superior a $180 mil millones de dólares, y que esto representó un aumento de casi un 25% con respecto a 1992. Aplicando la lógica de la “guerra contras las drogas,” ¿por qué no tenemos una guerra contra el alcohol? ¡Ah, claro! Los EE.UU. ya la tuvo y se rindió debido al tremendo costo en términos del crimen, de la corrupción de las instituciones sociales (políticas, judiciales, policiales, etc.), y de la desestabilización social y cultural que ocasionó en (sectores de la población de) ese país. Los EE.UU. concluyeron que continuar una guerra contra el alcohol en sus propias fronteras era peor remedio que la enfermedad; todo es cuestión de la perspectiva egocéntrica del interés propio. De nuevo, ¿a quién le perjudica y a quién le beneficia esta “guerra contra el narcotráfico”?





No vamos a encontrar una justificación para la guerra contra el narcotráfico en la defensa de la salud pública americana. Si abandonamos esa perspectiva, fomentada por elementos propagandísticos del gobierno americano y propiciados por unos medios de información poco informados y aun menos informativos, podemos tomar una perspectiva más analítica: ¿Quién se perjudica y quien se beneficia de la ilegalidad de las drogas en los EE.UU.? Eso promete dar en el blanco, o mejor dicho en el color de la situación.
¿Y la marihuana? Por razones obvias estadísticas del gobierno americano que separen los costos médicos de los criminales de la marihuana son difíciles de obtener. Canadá que registró en el 2004 el mayor índice de consumo mundial de cannabis por habitante[8] y donde el debate político de la penalidad delictiva de la marihuana indica un fin próximo a la criminalización de la misma,[9] nos ofrece unas cifras interesantes en cuanto a los costos relativos de la salud y de la criminalidad del tabaco, del alcohol, y de la marihuana (cannabis)[10] por año:
Costos de Salud por persona
Costos de Ejecución Legal por persona
Cannabis
$20.50
$328.00
Tabaco
$822.26
$0
Alcohol
$165.11
$153.43
Recordando el número insignificante de mortandades atribuibles a la marihuana y combinándolas de momento con estas cifras canadienses, no vemos motivo alguno para justificar su criminalidad. No obstante, la marihuana sigue siendo la causa de más de dos de cada cinco de las detenciones policiales por drogas (43.9%) en los EE.UU.[11], y el costo de su persecución criminal anual es de aproximadamente $13.7 mil millones – esto no incluye los costos sociales de perdida de ganancias por encarcelamientos, etc.; de hecho, su legalización aportaría unos $6.4 mil millones en impuestos anuales a la hacienda pública.[12]





Para llegar a entender exactamente contra y a favor de qué y de quién se está librando esta ‘guerra’ veremos que los mayores beneficiados y los peores perjudicados se dividen por color, siendo los latinos y los negros los tremendos perdedores en cuanto a muertes, violaciones de derechos humanos, trauma psicológico y social, y corrupción de su identidad cultural. Veremos que en su esencia la “guerra contra las drogas” es una guerra de la superpotencia colonial angloamericana blanca para mantener su hegemonía ante una oleada de insurgentes negros y latinos que amenazan con desequilibrar el status quo; una superioridad supuestamente divina que se capta en “In God We Trust” y que se expresa a través de la política del Destino Manifiesto, la Doctrina Monroe, el genocidio del amerindio, y de la esclavización y la subsecuente segregación del negro.
Para ubicarnos ante la realidad racista aún vigente en los EE.UU. consideremos un análisis del programa de “Stop-and-Frisk” (“Para-y-Registra”) del departamento de policía de Nueva York que fue llevado a cabo por la “New York Civil Liberties Union” o NYCLU (Unión de Libertades Civiles de Nueva York) y publicado el 26 de noviembre del 2007 por el ACLU (American Civil Liberties Union) [13]. Este estudio reveló que mientras que los blancos constituyen una mayoría de la población (3.6 millones, negros 2.2 millones), de las 867,617 personas paradas por la policía de Nueva York durante el programa antedicho y entre el 1 de enero del 2006 y el 30 de septiembre del 2007, solamente un 10.9% eran blancas – el resto eran negros (50.1%) (Gráfica 2) y latinos. Esto significa que solamente un 2.62% de la población blanca fue parada mientras que un 19.77% de la población negra se ‘ganó’ el mismo tratamiento (Gráfica 3). Resultó ser que el perfilamiento racial está en líneas equivocadas: la población blanca era más delictiva que la negra, ameritando arresto un 11.72% de los paros, mientras que para los negros era solamente un 7.37% de los paros; es decir, en base a las estadísticas de porcentaje de arrestos por cada 100 parados, los blancos deberían ser perfilados y no los negros (Gráfica 4). Asimismo, el NYCLU que reporta sobre otro estudio con respecto al mismo programa de policía y con data del 2006, indicó que la policía hizo uso de fuerza (uso de esposas, desenfundando un arma, etc.) 50% más veces con negros y latinos que con blancos y que el 45% de los negros y de los latinos parados fueron además registrados, mientras que solamente un 29% de los blancos tuvieron el ‘placer.’[14]






El 9 de septiembre del 2008, el fiscal del distrito de los EE.UU. en Manhattan ordenó a la policía de Nueva York a entregar toda la data sobre su programa de “Stop-and-Frisk” al “Center for Constitutional Rights” (CCR) (Centro de Derechos Constitucionales”), a razón de las denuncias por violaciones de los derechos civiles por parte del departamento. En un estudio más comprensivo llevado a cabo por dicha institución sobre la data del programa “Para-y-Registra” del departamento de policía de NY y correspondiente a data del 2005 y a la primera mitad del 2008, se descubrieron, entre otros, los siguientes datos:
[Un total de 1,648,769 paros fueron llevados a cabo.
[El 80% de los paros fueron realizados a negros y latinos a pesar de constituir solamente el 25% y el 28% de la población, respectivamente.
[De los blancos parados, solamente un 34% eran también registrados, mientras que el 50% de los latinos y de los negros parados también fueron registrados.
[La policía empleó fuerza física contra un 17% de los blancos comparado con un 24% de los latinos y de los negros.
[En el 2005, un 10% de los paros fueron Blancos, un 29% Latinos, y un 50% Negros; en el 2006, un 11% fueron Blancos, un 29% Latinos, y un 50% Negros; en el 2007, un 11% fueron Blancos, un 30% Latinos, y un 50% Negros, y en la primera mitad del 2008, un 11% siguieron siendo blancos, un 32% Latinos, y un 50% todavía Negros (Gráfica 5). La discrepancia relativa a la población se ve en la Gráfica 6 con respecto a la data del 2006, 2007, y 2009 para cada grupo.





Si piensan que después de los análisis estadísticos publicados que la policía de NY escarmentaría, están trágicamente equivocados: Un editorial en la New York Times titulado “Lingering Questions About ‘Stop-and-Frisk’” (“Preguntas pendientes sobre ‘Para-y-Registra’”) del 18 de febrero del 2010 comenta que el programa de “Stop-and-Frisk” (“Para-y-Registra”) de la policía de Nueva York paró a un “numero record de 575,000 personas el año pasado – casi en un 90% negros o Hispanos”.[15]






Lo que las estadísticas del programa de “Para-y-Registra” del departamento de policía de Nueva York demuestran es el fenómeno del perfilamiento racial, toda una tradición entre las fuerzas policiales de los EE.UU. y que se manifiesta a todos los niveles desde las (supuestas) infracciones de tráfico hasta delitos mayores. Lo que demuestran el análisis de las estadísticas de las prácticas discriminatorias del departamento de policía de Nueva York, al igual que muchos otros análisis semejantes de otros estados y departamentos de policía, es que ciertamente y sin lugar a dudas, considerar objetivamente a los EE.UU. es analizar al racismo como eje central en torno al cual se han organizado todos los aspectos y todas las dimensiones de su estructura socio-política y cultural desde sus inicios hasta la actualidad. Entender al racismo en todas sus dimensiones es entender a los EE.UU., a la vez que entender a los EE.UU. es llegar a comprender hasta qué punto el racismo puede contaminar, pervertir, y distorsionar todas las instituciones de un país y de una cultura. En pocas palabras: no es posible entender ni la cultura, ni la política interior, ni la política exterior, ni la economía, ni la jurisprudencia, ni la religión, ni el deporte, ni la historia, ni esencialmente nada de los EE.UU. – y sobretodo no la “guerra contra el narcotráfico” – sin comprender el papel esencial que ha desempeñado, y que sigue librando, el lado oscuro del racismo de América.[16]






Numerosos estudios de la data de arrestos y encarcelamientos revelan las estadísticas racistas de la guerra contra el narcotráfico. Estudios de la data de la FBI realizados por la Human Rights Watch[17],[18], por ejemplo, demuestra lo siguiente:
  1. A nivel nacional, cada año entre el 1980 y el 2007 los negros fueron arrestados por cargos relacionados a las drogas de entre 2.8 y 5.5 veces más que blancos con respecto a su proporción en la población.
  2. Estado por estado en el 2006, negros fueron arrestados por drogas entre 2 y 11.3 veces más que blancos.
  3. Entre 1980 y 2007, el 63% de los arrestos por drogas han sido por posesión; esa cifra fue superior al 80% entre 1999 y el 2007. Esta cifra indica que la desproporción racial de arrestos es por políticas de perfilamiento racial semejantes a la de la policía de Nueva York con su programa de “Para-y-Registra.”
  4. Estos índices tan elevados de arrestos de negros no refleja una disparidad de delincuencia; las tasas relativas de consumo y de tráfico de drogas ilícitas entre blancos y negros son comparables.
  5. Esta disparidad de proporción de arrestos demuestra que los negros son los principales ‘blancos’, objetivos, en la guerra contra las drogas.
EN RESUMEN: las estadísticas de arrestos y encarcelamientos de negros con respecto a blancos no es causada por una diferencia en la delincuencia entre las razas, sino que demuestra una tremenda desproporción entre los arrestos, y entre las sentencias, efectuados contra negros respectiva a blancos[19]: la guerra contra el narcotráfico no es sino una guerra racial débilmente disfrazada.






Teniendo en cuanta lo antedicho, la mayoría del mundo carece de una perspectiva acertada sobre los EE.UU. en cuanto se refiere a la situación de las minorías de color que han poblado sus fronteras desde sus inicios como colonia europea. En gran parte esto sucede por ignorancia de la historia como una disciplina ‘actual’ que nos permite una comprensión más objetiva de dónde estamos, quiénes somos, y de cómo llegamos a ser y estar en este presente: El que ignora la historia se condena a que se repita con él.






Para los países de ‘color’ – los Iberoamericanos ante todo – es imprescindible comprender el estado actual de los segmentos marginados de la población estadounidense y cuales fueron las fuerzas que contribuyeron, si es que no forjaron, ese estado de marginalización, de alienación. Esto es aún más importante en el caso de países como Haití, la Dominica Republicana, México, Guatemala, Colombia, etc., por ser países íntimamente afectados a través de la Iniciativa Mérida o del Plan Colombia por la política exterior Americana. Entiendan lo que es y que ha históricamente sido para los individuos “no blancos” vivir bajo el dominio directo de los EE.UU. y comprendan por qué EE.UU. ha tratado a los ciudadanos de color de otros países no mejor que ha tratado, y sigue tratando a los suyos.
La actual “guerra contra el narcotráfico” sigue dañando, traumando, y cobrando vidas día a día, pero el daño colateral de esa guerra cobra un costo desigual tanto por dentro como por fuera de los EE.UU., y esa desproporción la sufren individuos de color, no blancos. Fuera de los EE.UU., en México por nombrar tal vez el país más en la consciencia internacional actual por las consecuencias inmediatas y diarias de la “guerra contra el narcotráfico,” los derechos humanos de innumerables ciudadanos están siendo violados a habitualmente y a consecuencia directa de una política impuesta por los EE.UU. – y en defensa de unos productos que ni siquiera suponen un riesgo primordial a la salud de los habitantes de su país. Ante tal derroche de vidas ajenas, o sea, no angloamericanas, ante tales violaciones de la humanidad de innumerables individuos de color, cabe preguntarse, ¿por qué estamos en guerra contra el narcotráfico? Simplemente porque el objetivo no está en erradicar, o limitar al narcocomercio, sino de tener un pretexto para fomentar la criminalización de las minorías negras y latinas dentro de los EE.UU., y de efectuar una desestabilización social, política, y cultural de las naciones negras y latinas fuera de los EE.UU. La guerra contra las drogas es una guerra contra el negro americano y contra el latino dentro los EE.UU., y contra el mexicano, el colombiano, el jamaicano, el haitiano, etc., fuera de los EE.UU. Es la esclavitud y Jim Crow, y el Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe en otra forma y con otro pretexto.
HUMANIDAD Y CIUDADANÍA DENEGADAS: DE LAS CADENAS DE LA ESCLAVITUD (SIN VOZ) A LAS BARRAS DE LA PRISIÓN (SIN VOTO)






El primer artículo de la 14ª Enmienda de la Constitución de los EE.UU. lee así:
1. Todas las personas nacidas o naturalizadas en los EE.UU., y sujetos a la jurisdicción de los mismos, son ciudadanos de los EE.UU. y del Estado en el cual residan. Ningún Estado hará o impondrá cualquier ley que limite los privilegios o las inmunidades de los ciudadanos de los EE.UU.; ningún Estado tampoco privará a cualquier persona de vida, libertad, o propiedad, sin el debido proceso de la ley; ni tampoco denegará a cualquier persona en su jurisdicción la igualdad de protección de las leyes.






Muchas personas en el mundo admiran a los EE.UU. en atención a su imagen del país amante de la libertad y de los derechos humanos, valores que asumen surgen de la Constitución estadounidense creada el 17 de septiembre de 1787 y ratificada el 21 de junio de 1788. Lo que no conocen es el legado del racismo institucionalizado de un sistema jurídico fundamentalmente consignado a ser injusto para y con el ciudadano de color; tampoco conocen la historia del sacrificio humano tras las primeras diez primeras enmiendas de la Constitución, (que se conocen como la “Carta de Derechos”) y otras como la 14ª citada anteriormente. En este articulo haremos breve referencia a esa historia con el fin de que el lector la tenga bien presente a la hora de comprender cuál es, en realidad el beneficio obtenido para el sistema sociopolítico americano al instituir una “guerra contras las drogas,” una guerra en la cual las principales ‘victorias’ para los EE.UU. se miden en los números de Negros y Latinos encarcelados – o peor.
EL SUFRIMIENTO QUE EL ODIO GENERA:
En la mayoría de los casos y bajo la mayoría de las circunstancias ser una minoría de color en los EE.UU. es sufrir un hándicap social, legal, y económico. Históricamente y socialmente los EE.UU. son y han sido un ambiente hostil para las minorías de color. El director de la Dirección General de Protección a Mexicanos en el Exterior, Daniel Hernández Joseph se quejó al gobierno americano durante la XXI Reunión de Embajadores y Cónsules de México por la oleada de “violaciones graves a los derechos humanos” cometidas en los Estados Unidos y llevados a cabo “con un factor común: los responsables han sido servidores públicos de ese país, en su mayoría agentes policíacos”. El director Hernández Joseph añadió que algunas “autoridades estadounidenses avivan prácticas ‘denigrantes e inaceptables’ contra mexicanos y ciudadanos de otros países latinoamericanos, que se traduce en decenas de casos documentados de abuso en los últimos años.”[20]






El director Hernández Joseph a su vez citó las mismas estadísticas de la FBI que corroboran un aumento de crímenes de odio contra los Latinos de más de un 40% en la última década.[21] Un artículo de la Southern Law Project titulado “Anti-Latino Hate Crimes Rise for Fourth Year in a Row” (“Crímenes de odio contra Latinos suben cuarto año consecutivo”), también cita las estadísticas proporcionadas por la FBI[22] que indican un alza del 40% desde el 2003 al 2007 de crímenes de odio contra Latinos en los EE.UU. (Gráfica 7).
Un artículo reciente de CNN titulado “Small town killing puts focus on crimes against Latinos[23] (“Asesinato en pequeña ciudad pone atención en crímenes contra Latinos”) con respecto a la recién matanza racialmente motivada de un inmigrante Hispano por parte de jóvenes blancos en Shenandoah, estado de Pensilvania, pone todo esto en perspectiva:
El odio es parte de nuestra cultura,” dijo Jack Levin del Centro Brudnick de Violencia en la universidad de Northeastern . . . Trasciende generaciones, está ampliamente compartida, y se aprende desde muy temprana edad . . .Hasta personas, de otra manera decentes y honorables pueden ser absorbidas en ella.” Jack McDevitt del Instituto sobre la Raza y la Justicia de la universidad de Northeastern dijo: “Todos llevamos perjuicios por dentro, y no es el monstruo extraordinario el que decide actuar de acuerdo a él. Generalmente hablando, es más bien alguien como nosotros mismo o nuestros hijos que un miembro del [Ku Klux] Klan.”






Los jóvenes están siendo probados como adulto; uno de ello, quien admitió haber lanzado el puñetazo que dejos a la victima inconsciente, era un estudiante sobresaliente que corría en el equipo de atletismo de su bachillerato.
Que la “guerra contra las drogas” haya servido meramente como excusa para la criminalización desproporcionada del negro y del Latino es de evidencia estadística citada en cantidad de estudios y análisis; lo que es menos frecuente es una mención al tremendo efecto de la criminalización de estas dos cultura y a la fomentación de estereotipos de equivalencias entre el ser de color y el sercriminal, con la consecuente desvaloración de nuestra identidad cultural por una parte, y el establecimiento como norma social de la inherente superioridad cultural, y moral, del Blanco por otra:
La raza blanca se estima a sí misma ser la raza dominante en este país. Y sin lugar a dudas es así en cuanto a privilegio, logros, educación, riqueza y poder. Así, sin dudas, seguirá siendo hasta el fin de los tiempos si permanece verdadera a su gran herencia y si se mantiene fiel a los principios de la libertad constitucional. Pero a la luz de la Constitución, en el ojo de la ley, no hay en este país una clase de ciudadanos superior, dominante, o gobernante. No hay castas aquí. Nuestra Constitución es daltónica, y no conoce ni tolera clases entre ciudadanos. Con respecto a los derechos civiles, todos los ciudadanos son iguales ante la ley.El más humilde está a la par con el más poderoso.[24]






Estas palabras, escritas por J. Harlan, Juez de la Corte Suprema y única voz discrepante en el caso de Plessy v Ferguson 163 U.S. 537 sobre la posición social de la raza blanca eran ciertas entonces y lo son ahora: los blancos disfrutan de mayor prestigio en términos de logros, educación, riqueza y poder, que provee a sus hijos con acceso de facto a la oportunidad de desarrollarse de acuerdo a su identidad lingüística y étnica.
Sin embargo, sería un grave error tratar de entender las palabras sin comprender el contexto socio-político en el cual se escribieron, ya que fueron redactadas precisamente como el resultado de una de las decisiones de la Corte Suprema de los EE.UU. más devastadoras al ideal de la igualdad de derechos entre las razas en aquel país, después del caso Dred Scott v Sandford de 1857 en la que el Juez Supervisor de la Corte de los Estados Unidos declaró que un negro, aun siendo nacido en los EE.UU., carecía de mayores derechos que los que un blanco deseara concederle – mucho menos el derecho a la ciudadanía. La voz de disensión del Juez Harlan se refería a su oposición a la decisión de confirmar la infame política segregacionista del “Separate but Equal” (“Separados pero Iguales).
En ambos casos, ambas decisiones (la de la Corte Suprema en Dred Scott v Sandford de 1857 y en Plessy v Ferguson de 1896), contribuyeron precisamente a un sistema de castas en la que los negros estaban bien lejos de ser “iguales ante la ley” y sirvieron para justificar, sostener, y propugnar el legado legal de la esclavitud: las leyes segregacionistas de “Jim Crow,” equivalentes a las del Apartheid Sudafricano. El resultado directo de esa segregación legal, ha sido la disparidad social, económica, y educacional actual entre Blancos y Negros. La “guerra contra el narcotráfico” es una herramienta para la refundición del legado racista del sistema socio-político y económico que son los EE.UU.
Este legado legal ha contribuido precisamente, por necesidad, a la percepción arraigada en las mentes y corazones de la cultura Angloamericana de la inherente y ubicua superioridad de la raza Blanca. Nosotros, las minorías ‘visibles’, o sea, de color, no estamos “a la par con los más poderosos” y no comenzaremos a serlo hasta que primero no reconozcamos en daño psicológico, profundo, que el racismo en todas sus manifestaciones y expresiones está llevando a cabo dentro de nosotros, sobre todo dentro de nuestra juventud y de sus concepto de identidad cultural/racial/étnica y autoestima:
En la “prueba de muñecas,” los psicólogos Kenneth y Mamie Clark emplearon cuatro muñecas de plástico vestidas en panal, idénticas en todo aspecto salvo en color. Las mostraron a niños negros entre las edades de tres y siete años y los hicieron preguntas para determinar su percepción racial y preferencias. Casi todos los niños identificaron inmediatamente la raza de las muñecas. Sin embargo, cuando les preguntaron cuales preferían, la mayoría seleccionaron la muñeca blanca y la atribuían características positivas. Los Clark también dieron a los niños dibujos de contorno de un niño y de una niña y les pidieron que colorearan a las figuras del mismo color que ellos mismos. Muchos de los niños y de las niñas con semblantes oscuros colorearon a las figuras con un crayón blanco o amarillo. Los Clark concluyeron que “el perjuicio, la discriminación, y la segregación” causaron que los niños negros desarrollaran un sentido de inferioridad y de auto-desprecio.[25] (Introducido y aplicado como base de la decisión monumental de la Corte Suprema de abolir la segregación en los colegios en el caso Brown v Consejo de Educación, 1954).
Mientras que el juramento a la presidencia de Barak Obama, un individuo de descendencia Africana, a la oficina Oval pudiera tomarse como evidencia de lo contrario, queda en pie el hecho de que la mayoría de las minorías de color – y los negros en particular – han permanecido tremendamente marginados y discapacitados en la mayoría, sino no es que todos los aspectos de la sociedad americana:
A una temprana edad se manifiesta la disparidad educacional que refleja y pronostica la discrepancia económica entre negros e hispanos y la mayoría blanca. En el 2009, en el test nacional de evaluación matemática para alumnos de cuarto grado, “los estudiantes negros obtuvieron un promedio de 26 puntos menos que los estudiantes blancos,” y “los estudiantes hispanos obtuvieron un promedio de 21 puntos menos que los estudiantes Blancos.”[26] Además, mientras que solamente un 9% de los alumnos blancos de cuarto grado tuvieron un rendimiento inferior al nivel Básico en el mismo test de rendimiento Matemático, un 36% de negros, un 29% de hispanos y un 34% de indios ameritaron fallaron en rendir a niveles Básicos[27] (Gráfica 8).
La disparidad aumenta con la edad: En el mismo año (2009), los estudiantes negros de octavo grado obtuvieron puntuaciones por promedio de 32 puntos inferiores a los de los estudiantes blancos, y las puntuaciones de los estudiantes hispanos fueron por promedio 26 puntos inferiores a los de los estudiantes blancos.[28] Adicionalmente, mientras que un 17% de los alumnos blancos de 8º grado rindieron por debajo del nivel Básico, esto contrasta con un 50% de los estudiantes negros, un 43% de los hispanos, y un 44% de los amerindios que reprobaron el nivel Básico en el mismo test nacional[29] (Gráfica 9).





En el año 2007, en un test nacional de evaluación de lectura, negros, hispanos y amerindio también demostraron niveles deficientes de habilidades de lectura relativos a los blancos, obteniendo puntuaciones con promedio de 27, 25, y 28 puntos menos que los alumnos blancos de 4º grado, respectivamente, y 27, 25, y 25 puntos menos que los blancos en 8º grado, respectivamente.[30]






Estas diferencias entre niveles de rendimiento infantiles en la educación continúa a través de la adultez. Estadísticas del 2008 revelan que las poblaciones negras e hispanas obtienen un porcentaje significativamente menor (entre 25% y 75%) de graduados universitarios en las categorías de títulos de Licenciatura (Bachelor's degree), Maestrías (Master's degree), Títulos profesionales (psicólogos, médicos, dentistas, etc.) y Doctorado con respecto a los blancos[31] (Gráfica 10).
Podemos ver en la Gráfica 11, a las cifras pertenecientes a la Gráfica 10 pero expresadas en términos relativos a la población blanca, a modo de porcentajes respectivos a los blancos, para apreciar la tremenda discrepancia en los EE.UU. entre los negros e hispanos y los blancos en cuanto a preparación académica.
Esta disparidad de niveles educativos se refleja igualmente en niveles de ingresos inferiores para negros e hispanos con respecto a blancos. En el año 2006, solamente un 11.3% de grupos familiares blancos tenían ingresos igual o menores de $15,000 anuales, mientras que un 24.4% de los grupos familiares negros y un 16.6% de los hispanos entraban en la misma categoría (Gráfica 12). Similarmente, un 32% de los grupos familiares blancos ganaban $75,000 o más, mientras que solamente un 16.8% de los grupos familiares negros y un 19.4% de los hispanos estaban en la misma categoría[32] (Gráfica 13). Mientras que la media de ingresos de los grupos familiares en el año 2006 fue de $50,673 para blancos, para negros e hispanos permaneció considerablemente inferior al recibir un promedio $31,969 y $37,781 respectivamente por grupo familiar[33] (Gráfica 14).
Con las discrepancias en niveles educativos, niveles de ingresos, y de perfilamiento racial (como vinos por ejemplo en el caso del programa de “Para-y-Registra” del NYPD), vienen un aumento de encuentros y roces con las autoridades legales: en el año 2008 las tasas de encarcelamiento de hispanos y de negros fueron superiores en un 64% y en un 397%, respectivamente, a la de blancos[34] (Gráfica 15).
Estas disparidades sociales, educacionales, legales, y económicas entre la raza blanca y los negros e hispanos en los EE.UU. han tenido un tremendo impacto en sus juventudes. El encarcelamiento de padres de familia, la criminalización de las minorías de color mediante la campaña selectiva de aplicación de las leyes antidroga, la pobreza educacional, etc., no ha sino diezmado la juventud de estas culturas creando una cultura juvenil de adoración al pandillero, al criminal, al narcotraficante que se observa en sus ídolos musicales (raperos – ex-narcotraficantes, pandilleros), su forma de vestir, sus peinados, su jerga, y hasta en sus juegos electrónicos, como “Grand Theft Auto”. De hecho las pandillas se han convertido en una amenaza primaria a la sociedad americana con aproximadamente un millón de pandilleros operando en unas 20,000 pandillas a lo largo de los 50 estados de los EE.UU. y el Distrito de Colombia a partir de septiembre del 2008.[35] De este millón de miembros, un 40% son juveniles (pandillas criminales adolescentes). Los hispanos y los negros están desproporcionadamente representados en esta categoría criminal: 47% son hispanos; 31% son negros; 13% son blancos; 7% son asiáticos; y 2% son “otros”[36] (Gráfica 16).





Lo que estas e innumerables otras estadísticas raciales y étnicas demuestran, es que la población negro e hispana se enfrentan con tremendas desventajas en casi todas las dimensiones de la sociedad americana. La situación actual de opresión económica, social, educativa y legal de las minorías de color no debería ser sorprendente: hasta tiempos recientes la historia de la mayoría, si no es que de todas, las minorías de color de los EE.UU. ha consistido en una acumulación de experiencias traumáticas resultantes de la tremenda violencia y deshumanización a la cual estuvieron continuamente sometidas por parte de la población angloamericana dominante, acciones con frecuencia avaladas, si no es que promovidas, por las leyes y las decisiones de las cortes, incluyendo la Corte Suprema, de los EE.UU.
De nuevo, hago referencia a la disensión del Juez Harlan en el caso Plessy v. Ferguson ante la Corte Suprema en 1896 con respecto a la legalidad de la segregación racial a la cual estaban sometidos los negros aun después de la emancipación de los esclavos en referencia a la tremenda disparidad existentes entre la raza blanca y la negra que imposibilitaba la mera consideración de una igualdad social:
Esta cuestión no queda atendida por la sugerencia que la igualdad social no pueda existir entre la raza blanca y la negra en este país. Ese argumento, si es que se puede valorar como tal, apenas merece la pena ser considerado, ya que la igualdad social no existe más entre las dos razas cuando viajando en un tren de pasajeros o en una carretera pública que cuando los miembros de las mismas razas se sientan juntas en un tranvía o en un jurado, o se paran juntos en una asamblea política, o cuando usan la misma calle de una ciudad o de un municipio, o cuando están en la misma habitación con el propósito de que se inscriban sus nombres en un registro de electores, o cuando se acercan a la urna de voto para ejercer el gran privilegio de votar.






Como las estadísticas contemporáneas demuestran, poco ha cambiado en la realidad Americana para el hombre de color; tanto así que las palabras del Juez Harlan en su declaración de disensión en 1896 contra la mayoría de jueces de la Corte Suprema de los EE.UU. que dictaminaron a favor de la segregación racial, se aplican de igual manera en la America del 2010 que hace 114 años. Cuando la misma ley se aplica de forma parcializada, cuando acceso a la ley requiere status social, “igualdad ante la ley,” no puede existir entre aquellos que se desenvuelven en esferas dispares de educación, y de poder social y económico inferiores.
¿QUÉ ES EL RACISMO?
El racismo, que según las Naciones Unidad es indistinguible de la discriminación étnica, aparece en muchas formas en una sociedad; puede encontrarse en la forma en la que un grupo racial es sistemáticamente y legalmente privado de sus oportunidades y de sus libertades otorgadas a otros, como fue característica de Sudáfrica bajo sus leyes de Apartheid o de los EE.UU. bajo las leyes de Jim Crow.El racismo se puede encontrar en la manera insidiosa en la que un grupo de personas es blanco para las autoridades policíacas a través de ‘perfilamiento racial’, siendo victimizadas así por mayor escrutinio legal y sanción judicial más estricta.
El racismo o la discriminación racial también acontece cuando uno o más grupos son comúnmente representados como teniendo cualidades inherentemente inferiores, despreciables, y deshonrosas – tal es el caso hoy en día a causa de los prejuicios ya inherentemente racistas y los estereotipos que se forman de equivalencia entre los negro e hispanos como escoria narcotraficante precisamente a raíz de la discriminación que se expresa en el arresto y encarcelamiento desproporcionado de negros e hispanos en el país.
Otra forma de discriminación racial o étnica incluso más insidiosa se lleva a cabo cuando la herencia cultural-étnica de un grupo se determina carente de valor y es metódicamente exterminada: entre la década del 1870 y la década de 1930 en los EE.UU. el gobierno de los EE.UU. llevo a cabo un operativo que sacaba a niños Amerindios de sus tribus y hogares para internarlos en escuelas internas para ‘civilizarlos’ o ‘asimilarlos’ a la cultura angloamericana desposeyéndoles de sus identidad lingüística y cultural. De hecho la historia de la institucionalización del racismo en America es concurrente con la historia de la Corte Suprema.
INSTITUCIONALIZANDO EL RACISMO EN AMERICA: LA CONSTITUCIÓN Y LA CORTE SUPREMA:
La primera importación legal de los esclavos africanos en 1619 iniciaría una serie de eventos humanos que dejarían cicatrices endebles y vergonzosas en la sociedad americana y en su jurisprudencia. La esclavitud creó una categoría de seres humanos que estaban designados legalmente a ser propiedad de otra categoría basado estrictamente en su identidad y herencia racial y étnica. Este estado de facto clasificación legal creó, por necesidad, una iniquidad social, economica, educacional, y politica que continua hasta la fecha. Como consecuencia, ningun tema ha creado mayor conflicto y controversia, sea social, economica, politica, o moral a traves de la historia de los EE.UU. que el de la raza.
Durante la Convención Constitucional de 1787 que comenzó en Filadelfia el segundo lunes de mayo de ese año, la esclavitud fue legalmente ratificada por la Constitución en una jugada política conocida como el “Gran Compromiso.” Para impedir que los dueños de las plantaciones esclavistas sureñas descarrilaran toda la empresa constitucional, la esclavitud estaría legalmente reconocida en tres provisiones de la Constitución: 1) los esclavos contarían bajo la Constitución como tres-quintas partes de una persona; 2) los estado norteños estarían obligados a regresar esclavos fugitivos; y 3) el Congreso no podría prohibir la importación adicional de esclavos hasta el 1808. Así, el compromiso histórico y legal entre la política, la economía, y el racismo fue cementado en los mismos cimientos Constitucional del país.
A partir de este momento, la historia de los EE.UU. demuestra que ningún tema desafiaría más su honor e integridad nacional como la cuestión de la esclavitud y de su legado: el racismo. Durante la Convención George Mason, un delegado de Virginia, proféticamente haría la siguiente admonición:
“Todo amo de esclavos es nacido un tirano mezquino. Nos traen el juicio del cielo sobre el País. Puesto que las naciones no pueden ser premiadas o castigadas en la próxima vida, tienen que serlo en esta. A través de una cadena inevitable de causas y efectos, la providencia castiga los pecados nacionales, con calamidades nacionales.”- George Mason, Aug.22, 1787[37]






Es relevante para el presente discurso tener en cuenta que la institución de la esclavitud no involucraba solamente labores forzadas bajo condiciones inhumanas, sino que implicaba una serie de procesos degradantes y deshumanizadoras que se justificaba desde la perspectiva de que el esclavo era algo menos que humano; de hecho, era solamente tres quintas partes humano. Como tal, siendo no más que propiedad, el esclavo estaba sujeto a la degradación de presenciar a su esposa e hijas violadas por amos blancos, y la disolución de su familia a través de la venta de sus hijos, lo más probable por beneficio monetario.
Además, e igualmente relevante al argumento en presente, el esclavo era desposeído de su propia identidad por la privación forzada de su herencia étnica y lingüística. La pérdida del lenguaje de origen, o de la lengua materna que se le llama a veces, era impuesta para evitar que los esclavos tuvieran interacciones con otros que hablaran su mismo idioma. Se temía que la comunicación entre otros de la misma etnicidad proveería el valor personal, el sentido de comunidad, de destino compartido, y los medios de una coordinación activa que le llevaría a una rebelión contra sus amos. Por lo tanto, la esclavitud, en su necesidad de crear una población desmoralizada y servicial, destrozó a la vez la identidad étnica y lingüística del esclavo como su sentido de comunidad y de identidad familiar, creando de esta forma una clases de humanos deshumanizado por su enajenación cultural, social, familiar, y psicológica.

En un esfuerzo para evitar incidents del tipo de la Rebelion de Stono el 9 de septiembre de 1739 en la que numerosos esclavos cerca de Charleston, en Carolina del sur se sublevaron matando a sus amos,[38] y quemaron sus plantaciones, leyes fueron decretadas para prevenir que los esclavos aprendieran a leer o escribir, promoviendo el analfabetismo y la ignorancia general como un instrumento de control social y psicológico.
La afirmación de esclavos como propiedad legal fue firmemente sostenida por el resultado de varios dictámenes de la Corte Suprema de los EE.UU. tal como en el caso Antílope.[39] El Antílope fue un barco esclavo confiscado por una patrulla naval de los EE.UU. en la costa de Georgia en 1825. El dueño del Antílope había redado barcos negreros españoles y portugueses y planificaba evitar el boicot estadounidense de la importación de esclavos llevada a cabo por el Congreso en 1808. Como resultado, y bajo ley americana, los africanos en el barco esclavista eran hombres libres y deberían haberse devuelto a África. No obstante, dado que los gobiernos españoles y portugueses presentaron demandas para la recuperación de su propiedad robada el caso del Antílope establecía “demandas en las que los derecho sagrados de la libertad y de la propiedad entraron en conflicto mutuo.” Conforme el dictamen de la Corte Suprema de los EE.UU. expresada en la opinión del Presidente del Tribunal Supremo Juez John Marshall, el hecho de que la esclavitud sea contraria “a la ley de la naturaleza no puede denegarse” pero las cortes federales tenían que reconocer el derecho de otra nación en ejercer el trafico de esclavos aun en cuando las leyes de esa misma nación no permitan el trafico. Su opinión acaba con: “Sigue, que una embarcación extranjera, ejerciendo en el trafico de esclavos africanos, capturado en altamar en tiempos de paz, por una crucero americano, y traído para adjudicación, será restaurado.”[40]






En 1842 otro caso ante la Corte Suprema de nuevo involucraría el secuestro de esclavos y el derecho de los dueños de recuperar su propiedad y afirmar el estatus subhumano de los esclavos negros. En Prigg v. Pennsylvania, bajo la Presidencia del Juez Taney, la Corte Suprema de los EE.UU. determinó que ningún estado puedo establecer leyes que impedirían el derecho al amo a recuperar su propiedad legal, aun y si la forma en la cual esa propiedad fuera recuperada fuera ilegal, y aunque la esclavitud en ese estado fuese igualmente ilegal.[41]






En 1850, el Congreso de los EE.UU. paso el “Acta de Esclavos Fugitivos de 1850” como parte del “Compromiso de 1850.” Fue un intento de mantener al país intacto al otorgarle concesiones a los estados esclavistas. Fredrick Douglass, ex-esclavo autodidacta, y que se convertiría en un gran reformador social, escritor, y orador antiesclavista y el afro-americano más destacado de su época, que esta ley fue “diseñada para involucrar al Norte en complicidad con la esclavitud.” La nueva legislación eliminaban el ‘debido proceso’ para aquellos acusados de fugitivos, y aumentaba la penalidad para aquellos que secundaban e instigaban a aquellos buscando su libertad del (legal pero inmoral) cautiverio. “La ley tambien convirtió en un crimen federal para cualquier ciudadanos que se negara en la captura de un esclavo fugitivo . . . permitía que cualquier demandante de un fugitivo ponerle a el o a ella en custodia sin una orden judicial, juicio, o audiencia.” Por consecuencia, “mucho negros libres fueron secuestrados y vendidos en esclavitud.”[42] En efecto, lo que el Acta de Esclavos Fugitivos de 1850 logró fue contribuir a la formación de una cultura en la cual la persecución inhumana de negros se convirtiera en un requisito social a la vez que en una institución legal.
Tal vez el dictamen más controversial de la Corte Suprema respecto a la política y a la economía del racismo, una que dejó una mancha imborrable en la legitimidad de la Corte Suprema para dispensar justicia en cuestiones de raza; una decisión que deshonraría la historia de los EE.UU. y de la premisa de libertad y justicia para todos y que se consideraría como una causa indirecta de la Guerra Civil, es el dictamen del caso Dred Scott v. Sandford de 1857. La decisión de la Corte Suprema fue afirmar que ninguna persona negra, libre o no, era un ciudadano de los EE.UU. y por lo tanto no tiene los derechos de protección bajo la Constitución. El Juez Taney además enfatizó que los negros eran “seres de orden inferior” sin “ningún derecho que el hombre blanco estaba obligado a respetar.[43]






Esa opinión histórica del Juez Taney ha sido clara y repetidamente reflejada a través de la historia política, legal y cultural de los EE.UU. desde sus comienzos como colonia británica hasta la fecha; estuvo reflejada en la decisión del jurado que absolvió a los policías que asaltaron a Rodney King en 1992 y que dejó a centenares, si no es que a miles de millones de personas alrededor de todo el mundo atónitos y perplejos después de ver las imágenes de video de un hombre negro caído y de numerosos policías repetidamente golpeándole hasta casi matarlo; y está en la mentalidad de miles de agentes de policías, jueces y fiscales del país que contribuyen a la aplicación racista de las leyes contra el narcocomercio, o en programas como el de “Para-y-Registra” de la policía de Nueva York. Pero el dictamen de la Corte Suprema fue mucho más que una tacha en la imagen de la Corte Suprema; fue un vistazo a la esencia de una nación tan comprometida económica, social, y culturalmente al racismo que ni se da cuenta de la naturaleza de su posición, mucho menos de la inmoralidad de la misma.
La destrucción de un disturbio racial no es sino la voz de la impotencia y de la desesperación de un pueblo de justicia denegada, atrapado tras líneas enemigas y que no encuentra escape de un enemigo que no le da cuartel. Es una voz que se ha expresado muchas veces en los EE.UU. debido a la mentalidad dominante de la cultura angloamericana superimpuesta a una minoría sin herramientas para su propia protección. Es una voz que se expresó en los disturbios raciales de 1992 en Los Angeles a consecuencia del dictamen – reminiscente del dictamen Dred Scott que negaría la humanidad esencial de un negro en los EE.UU. – que redimió a los policías que asaltaron a Rodney King. Es una voz que se repetiría en los disturbios raciales de Wilmington, N. C. (1898), Atlanta, Ga. (1906), Springfield, Ill. (1908), East St. Louis) Ill. (1917), Chicago, Ill. (1919), Tulsa, Okla. (1921) and Detroit, Mich. (1943), y en los disturbios de mi niñez en 1965 en el barrio de Los Ángeles conocido como Watts.
El Juez Taney tambien dictaminó que el Congreso no tenia ningún derecho de prohibir la esclavitud en los territorios de los EE.UU. El dictamen de Dred Scott tuvo el efecto de dejar a los negros sin esperanzas de encontrar amparo legal contra su estado de cautiverio a través de las cortes estatales o federales. La opinión de Taney nacionalizó la esclavitud al afirmar los derechos de los dueños de esclavos blancos de portar su propiedad humana a estados libres sin temer desafíos a su titularidad, y al permitir que los territorios de expansión pudieran aplicar por estatus de Estado integrando la esclavitud en sus Constituciones.[44]
Aun antes del dictamen Dred Scott, Hezekiah Ford Douglass, un negro libre de Nueva Orleans, in su largo discurso en Cleveland, Ohio, el 27 de agosto de 1854, hizo los siguientes comentarios como parte de su discurso anti-emigratorio en la convención:
Cuando me acuerdo de todos los agravios que han sido inflingidos contra mi desafortunada raza, apenas puedo darme cuenta de que ese es mi país. No le debo ninguna lealtad puesto que se niega a protegerme. Es una máxima en Gobiernos, “Cada individuo debe fidelidad en proporción a la protección otorgada.”. . .Cuando me acuerdo que de Maine a Georgia, desde las olas del Atlántico hasta la costa del Pacifico, so un extranjero y un marginado, desprotegido por a ley, proscrito y perseguido por perjuicios crueles, estoy dispuesto a olvidarme del encariñado nombre de hogar y país, y en reacio exilio buscar en otras costas la libertad que se me ha denegado en la tierra de mi nacimiento.[45]






A pesar de un individuo de descendencia africana haya alcanzado la cima del poder en los EE.UU. al ocupar la posición de Presidente en la Casa Blanca – un edificio construido al menos en parte por la labor de esclavos negros[46] – los comentarios de H. Ford Douglass’ resuenan tan claramente en las mentes y en los corazones de muchos si no es que de la mayoría de afroamericanos tanto hoy como hace 150 años. Aunque sea difícil para miembros de la mayoría blanca, o incluso de otras minorías étnicas aceptar esta afirmación, solo basta revisar las estadísticas enumeradas anteriormente en el presente reporte para que el observador objetivo comience a comprender la magnitud y la realidad del problema.
El dictamen de Dred Scott se volvió central a la política americana entre 1857 y 1861.[47] Es un mero ejemplo de cómo decisiones jurídicas pueden tener un tremendo impacto social sobre un país. No solamente tuvo el efecto de establecer las bases legales para perpetuar y nacionalizar la esclavitud, sino que fue tremendamente influyente en provocar la Guerra Civil de los EE.UU.,[48] un enfrentamiento brutal dentro del territorio americano en el cual 600,000 vidas americana fueron perdidas. Dred Scott también es un claro ejemplo de como la jurisprudencia Americana, cuando llega a cuestiones de raza, ha establecido un precedente inequívoco de establecer dictámenes de corta visión hacia el futuro y con consecuencias sociales a largo plazo y que separan inequívocamente en las cortes americanas los conceptos de la ley y del orden de los de la moralidad y de la justicia.
Se continuara…



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